Beatriz Giovanna Ramírez | El poeta devuelve simplemente algo que le pertenece a toda la humanidad. La poesía en principio es un ser vivo, al menos debería estarlo, porque caso contrario no habría poesía, sino ruido y poco más.
Antonio Arroyo Silva (Santa Cruz de La Palma, Canarias, 1957). Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de la Laguna y profesor de Lengua y Literatura Castellana. Ha sido colaborador de revistas en papel, como Artymaña, La Menstrua Alba (de Canarias), Zurgai (de Bilbao) y de revistas digitales como la de la Sociedad de Escritores de Chile,Cinosargo, la Antología de Poesía Poetas para el Siglo XXI y Poesía Solidaria de Fernando Sabido y en Letras Salvajes de Puerto Rico. Colaborador de la prensa local, sobre todo en Diario de Avisos y La Laguna Mensual.
Ha publicado tres libros de poemas: Las metamorfosis (Revista Azul,Cabildo Insular de La Palma, 1991), Esquina Paradise (El Vigía Editora, 2008) y Caballo de la luz (El Vigía Editora, 2010). Ha participado en la antología de prosa poética Pincelada de relatos, publicado en la editorial Bubok en Barcelona por el grupo Órbita Literaria. También en Bubok, Un libro por Haití, editado por Teresa Delgado. En preparación, Antología de Miguel Hernández, en la editorial Lápiz-cero, con motivo de la celebración del centenario del poeta Miguel Hernández. En preparación tiene los siguientes poemarios: Symphonia, Marzo, Fila Cero, Poética de Esther Hughes y Casi luz. Actualmente es vocal de la Asociación Canaria de Escritores. Administra el blog Esquina Paradise.
—“La poesía es un animal vivo, pero no un animal doméstico. No un burrito de carga esperando el látigo del amo. Por eso sus palabras se asfixian cuando las ponemos en la jaula de los significados comunes y no la dejamos avanzar…” ¿Qué opina, Antonio?
—Esta afirmación la hice con motivo del “Encuentro Internacional 3 Orillas” que se celebró en el año 2009 en Santa Cruz de Tenerife. Previamente mis amigos de la Sociedad de Escritores de Chile lo publicaron en su blog. Hay mucho santón en la poesía, y me refiero a los casos que sé y a que todos los poetas caemos en esa tentación. Yo, en principio, no veo la poesía como un hecho espiritual, al menos no veo al poeta como a alguien predicando ante las multitudes, como un sumo sacerdote en nombre de no sé qué religiones o credos. El poeta devuelve simplemente algo que le pertenece a toda la humanidad. La poesía en principio es un ser vivo, al menos debería estarlo, porque caso contrario no habría poesía, sino ruido y poco más. Repito, un ser vivo, pues es texto, palabra y voz que se corresponde con cuerpo, hálito y sentido. El significado es una abstracción y el sentido algo próximo, concreto. No podemos domesticar a la poesía, no podemos diseccionar al gorrión porque su canto es bello: moriría sin más. La poesía ha de ser libre de la misma manera que las personas. Con ello no quiero decir que estoy en contra de la crítica, sino contra ese tipo de crítica de bisturí.
Hace mucho tiempo publiqué un poemario en la revista Azul titulado “Metamorfosis”. Me sentí satisfecho a la par que fue muy bien acogido por un crítico canario afincado en Madrid. Después seguí escribiendo sin darme cuenta que estaba usando la misma fórmula que yo mismo había hallado y que ésta no me servía ya. Así que, cuando fui consciente de que quería domesticar mi propia poesía, paré hasta hace unos años. Como dice el poeta José Carlos Cataño: “vivir, ver, escribir”. Entiéndase que cada uno de los sentidos tiene un ojo para este ver. Cuando la poesía entra en ti es algo más que pensamiento, es energía que no te abandona.
—¿Cuáles serían esas reglas no escritas que se deben seguir para domesticar la poesía, la propia, y liberarla?
—La mejor y única regla no escrita para “domesticar” la propia poesía, es dejándose domesticar por ella misma. Decía el poeta recientemente fallecido Carlos Edmundo de Ory que un poema es la suma de conocimiento y singularidad. La vida del poeta es fundamental en el poema, siempre y cuando éste encuentre su habitación o su espacio dentro del poema. Digo “siempre y cuando” porque la verdadera poesía trasciende los límites del yo del poeta. Si esto no ocurriera, la otra parte, el lector, no podría comulgar con la poesía y el poema perdería aire, atmósfera, se desinflaría como un globo. Lo mismo que el amor cuando no es verdadero: mucha pirotecnia, total para que al final se vacíe y se quede en nada.
Es bueno saber la preceptiva literaria, la historia de la literatura, los movimientos… pero el poeta debe interiorizar aquello que significa su camino a seguir. Si un escritor se basara sólo en esas reglas para desarrollar su escritura no avanzaría para nada, se quedaría en un simple ejercicio. Debe ir a esos poetas que de alguna manera le llaman e interiorizarlos, de manera que sea un diálogo constante con ellos, hasta el punto de descubrir su propia respiración.
—¿Cuándo uno se convierte en escritor? ¿Cuándo deja de escribir como un simple desahogo o como un hobbie? ¿Cuándo comunicamos a través de otros autores que hemos leído y que su presencia habita en nuestra palabra? ¿Cuándo se deja la academia y la teoría y nos arriesgamos a escribir en la calle, como usted lo dice, o con la publicación de un libro?
—Muchas preguntas seguidas o camino, quizás, hacia ésas dos últimas. Desde luego, para mí no es condición indispensable para ser escritor haber publicado muchos libros o haber sido best seller. Siempre he estado en contra de la mercadotecnia de la literatura, cuanto más en lo que a poesía se refiere.
La escritura comenzó a ser, digamos, un hobbie para mí cuando tenía 14 años, como le pasa a todas las personas cuando empiezan a descubrir el mundo, el amor y el dolor. Entonces llegan esas primeras lecturas de Espronceda, Bécquer y Rubén Darío como una resonancia de ese interior juvenil. Sientes el ímpetu de la emulación, como una afición. Después viene una etapa crucial en que o lo dejas o sigues. Lo dejas porque eres consciente de que ya no es un entretenimiento, o una distracción más o menos mística, incluso sensual, y, en este caso, eres incapaz de encontrar tu propia voz. Sigues con ello, por eso mismo, por la voz propia aunque renqueante aún y porque ya intuyes que la poesía es un ejercicio de humildad, como ha de ser todo acto comunicativo. Ya sé que no todo es humildad en la poesía, incluso hay quienes dicen que nuestro oficio y ejercicio son de los que más suelen asomarse a esa diablilla llamada Soberbia. No digo que no sea así, porque de todo hay. Lo cierto es que se confunde el hecho de querer llevar la poesía propia ante los lectores (que para mí ya es una opción humilde) con la persona que es así o es asá. Digo humildad no en un sentido cristiano, sino me refiero a lo que dice T.S. Eliot en sus Cuartetos, más o menos que la humildad es el máximo conocimiento al que puede llegar el ser humano, pues no tiene límites. Y, aparte (con ello respondo a tu tercera pregunta) dice T.S. Eliot: …Nadie me hable/ de la sabiduría de los viejos, sino de su locura,/ su miedo al miedo y al delirio, su miedo a la posesión,/ a ser de otro, de otros o de Dios (East Coker, CC). Es decir, hay que ir ya no a las influencias, sino a las consecuencias de haber leído a esos autores. El ir más allá, pues así lo pide la misma expresión poética. Por cierto, no creo en esa sentencia que dice: “todo está dicho bajo el sol”. Esta singularidad de la que hablo me lleva al convencimiento de que todo está por decir, por pronunciarlo como por primera vez.
—Siempre me ha parecido excluyente mencionar “poesía canaria”, (perdón por este parecer y más por esta pregunta que podría ser muy obvia, pero que realmente no lo es tanto), ¿por qué se marca esa diferencia? ¿Es diferente ser un poeta español “nacido en la península” a ser un “poeta canario” o quizá un “poeta de Melilla”?
—Perdonada, y aprecio muchísimo tu parecer. Efectivamente, es complicada la respuesta. Yo no hablo de poesía canaria, sino poesía de Canarias, lo que es lo mismo que decir “producida” en Canarias. Y te digo más: a mí incluso me parece excluyente “poesía española,” “poesía hispanoamericana.” Creo que todos tenemos una patria común que es nuestra lengua española, y lo digo en el mismo sentido que los italianos ya no llaman toscano a la suya, por ejemplo.
En nuestro ámbito de Canarias hay de todo, como ocurre, imagino, en todas las comunidades autónomas del Estado Español. Está ese valorar “lo nuestro” de una manera bastante desproporcionada en detrimento de “lo de los demás.” Digo “desproporcionado” porque a su vez hay desvalorización de algo que también forma parte de nosotros. Está también la postura contraria de negar nuestra realidad sociocultural. De hecho hay gente “de aquí” que parecen “más gente de allá” que los de allá mismo, ¿entiendes? Ni lo uno ni lo otro.
Puedo decir que la poesía que se escribe en Canarias históricamente sí que ha tenido diferencias respecto a la peninsular. Unas diferencias que no son excluyentes sino que enriquecen el total. Lo mismo, supongo, habrá ocurrido con la poesía del País Vasco, Andalucía y Melilla, pongamos por caso. Lo que ocurre es que en Canarias la poesía tiene una singularidad que la hermana más con las poéticas hispanoamericanas, sobre todo de Las Antillas, Venezuela…
Aparte de esto, las Islas Canarias han sido lugar de paso por cuestiones sobre todo comerciales. Y zona de aislamiento respecto Madrid. Hay un elemento flamenco que vino con la conquista; uno italiano, que eran los mejores constructores de zonas fortificadas contra los piratas; otro inglés, que se asentó aquí por el comercio y el transporte marítimo. Y con ellos vino su cultura. Por supuesto, también están los sustratos norteafricanos y los aborígenes, cuyas endechas hicieron las delicias de los estudiosos de la RAE. Muchas cosas han quedado en la idiosincrasia popular, también en la literatura. Esta mezcla, este mestizaje, hace que el escritor de Canarias vea la realidad de una manera diferenciada del resto; Pero, repito, sin ningún ánimo comparativo excluyente. De hecho, políticamente hablando, ni los escritores más nacionalistas de Canarias niegan este componente hispánico tan importante. Ni siquiera lo negó Martí en su momento.
—“Parece mentira, podemos creerlo, nuestra singularidad es la que le ha dado vitalidad a ese centro que de alguna manera nos ha mantenido aislados. Y nuestra singularidad no sólo es ese mar que llevamos siempre en una cajita de cartón a cualquier lado del mundo al que viajemos, nuestra singularidad es también nuestra manera tan especial de asombrarnos ante lo que vemos.” ¿Cree que su singularidad le permite escribir como “ese soy yo”, en esa “tierra extranjera interior”, como diría Freud, en la que también se encuentran enhebradas otras subjetividades? ¿Cuáles son los temas que guarda en la cajita de cartón y de los que escribe?
—Una gran cajita de cartón que llevamos sin complejos a Madrid o a donde sea. Con esa alusión hago también referencia al mar, a nuestra condición de insulares. El mar que es lo que nos ha mantenido aislados es lo que nos permite comunicarnos singularmente con los demás. El mar que quita y devuelve. “Ese soy yo”, esa seña de identidad, nos da la sed de conocimiento y, por tanto, el ansia de relacionarnos con cualquier parte del mundo. Cuando veas a una persona en cualquier aeropuerto del mundo con una caja de cartón, es palmero. Es cierto. Y ahí no se lleva ropa, libros u otros enseres, sino todas las cosas sabrosas que elaboran nuestras madres, abuelas o tías, y nos cargan con ellas con todo su cariño siempre que viajamos. Supongo que es un hecho universal, pero en nuestro caso, ahí va…en una caja de cartón. Y dentro de ella todos los recuerdos de la infancia y la juventud. Esa dulzura es algo esencial.
No es que por ser canario se vayan a tratar otros temas. Como decía antes, los temas siempre han sido los mismos. Toda literatura parte no de una certeza, sino de un asombro. En la manera de asombro está la singularidad de cada persona, pueblo, isla, estado.
Hablando de mis temas. En mi cajita de cartón llevo una incertidumbre sobre la vida, la manera de escritura que me define (esa que ya dije), la memoria o más bien el roce de la memoria personal y colectiva, y todos los seres humanos que, a pesar de la potencialidad de su pensamiento, no ha evolucionado en cuanto a sus hábitos primigenios, sino, al contrario, ha involucionado a pesar de tanta tecnología. Y a todo ello le añado mi sentido de las cosas que me viene de este entorno donde vivo.
—Hay un sentido, una acción permanente, que se lee en general en lo que escribe, la amistad. Entre la lista larga de amigos poetas que tiene, ¿cuál o cuáles de ellos considera que le ha aportado o influenciado en su escritura?
—Desde luego que la hay, para mí la poesía ha de unir a las personas, más que separarlas. Así desde el momento que escribo un poema lo comparto con los amigos poetas. Nunca les pido que hagan valoración alguna porque no me interesa que me digan “tu poesía ilustra mi alma” o “qué buen poeta eres”. La poesía que yo escribo necesita respirar con aire humano y ser respirada por los demás, incluso antes de ser editada. En lo referente a “los demás” la experiencia me dice que deben ser verdaderos amigos y no socios, societarios, etc. En Canarias tengo amigos y amigas como María Gutiérrez, Olga Luis Rivero con los que comparto de la manera que te dije. También está el caso de aquella reunión el año pasado en torno a Miguel Hernández, que me ha animado y marcado el rumbo de mi poesía. Pero un caso muy especial es mi relación con los poetas chilenos. Para mí Leo Lobos es un amigo y hermano, y, de hecho, nos hemos adoptado mutuamente. También están los poetas Christian González Díaz, Francisco Véjar, Jaime Huenún y muchos más. Pero Leo Lobos y éste que escribe hemos compartido algo más que poesía y entusiasmo. Ahí están las alegrías y tristezas, los consejos mutuos, y, en resumen, esa empatía que une verdaderamente a las personas, por encima de las fronteras de lo virtual. Esto para mí ha sido, es y será muy importante.
Todo esto ha influido en mi forma de escribir poesía, y me hace ser consecuente en mi vida con todo lo que me rodea.
Gracias, Beatriz, no sólo me has hecho una entrevista, sino La Entrevista. Encantadísimo de hablar contigo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Antonio Arroyo.
Betariz, gracias. Un aporte más a mi conocimiento escaso sobre poeta vivos....
ResponderEliminarUn abraz desde Medellín
Saludos desde Santiago de Chile querida Beatriz, un abrazo fraterno y afectuoso para tí y Antonio Arroyo, gracias por esta entrevista que lleva el aire de una buena conversación entre amigos,
ResponderEliminarLeo Lobos
Saludos Antonio y gracias a su poesía estamos más unidos que nunca...
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