

Conversar con él es contagiarse, impregnarse de esa fuerza vital que emana de su entorno:
—¿La poesía qué es en este tiempo?
Quienes hemos sentido alguna vez, al leer un poema, cómo éste nos iba afilando la intuición y cómo nos regalaba precisión lingüística y vital, sabemos al menos intuitivamente donde está esa verdad vitalista que sintoniza el cuerpo con el alma, esa verdad serena que invita al intimismo, la verdad desgarrada que ayuda a extraer principios de la tristeza, la que convierte el grito en música y la muerte en leyenda. Tenemos más o menos claro pues que la poesía repleta de verdad, sea ésta clara y clarividente u oscura y misteriosa, nunca engaña. No, la poesía capaz de tocar un nervio del alma no engaña y no calla y de ahí su grandeza. Por eso siguen siendo tan necesarias hoy tanto la poesía como la verdad pues en este momento en el que la política y el derecho insisten en que todo es relativo y argumentable la poesía, que indirectamente nos dice que existe la verdad, y que hay que luchar por ella y esforzarse en ella, ha de ser, creo, el latido mejorador del mundo…. En este tiempo, pues, según yo la entiendo la poesía es un acto de desnudez extrema.
—¿Considera que el poema se ha trasformado en la saludable interdisciplinariedad?

-¿Cuáles temáticas le gustan y/u obsesionan cuando escribe?
Intento que la poesía que escribo pueda ser identificada con algo sincero.
-¿El jazz es sincero?

—¿Cuándo el poeta es creador de una estética que va más allá que de un estilo?

—¿Qué poeta-esteta considera imprescindible?
—Safo, por ejemplo.
—Acaba de concluir la que será su cuarta novela, y en su página Web —http://luisartigue.es—dice que lo ha dado todo y que se siente como quien sale de un gran concierto de jazz y ahora está solo en medio de la acera, le pregunto ¿Ahora qué proyecto tiene en mente, “qué hará con el resto de su vida”?
—Después del acto de autoindagación y vaciado que supone escribir cada libro de poemas intento depurar mi yo escribiendo luego una novela lo más alocada posible; un acicate para la imaginación. Y a mí intercalar así la poesía y la narrativa —no soy capaz de simultanear— me viene bien: por eso sigo ese modus operandi desde hace años. Ahora en efecto acabo de concluir una novela de humor disparatado y está reposando antes de que vuelva a ella para corregirla… Luego, cuando ellos quieran, volveré a escribir poemas. Pero para convocarlos, o conjurarlos, estoy volviendo a leer mucha poesía: todo sin dejar de vivir apasionadamente. Y que gire la rueda.
—¿A qué lugar le gustaría regresar?
—Al café O Brasileira de Oporto mientras a través de la cristalera veo como un loco habla con la estatua de Pessoa, al café Floridita de La Habana repleto de chicas con sudores como brandy de frutas que se sacan fotos junto a la estatua de Hemingway, al café Players de Amsterdam cuando toma el micro y canta con voz de increíble belleza uno de los camareros, al ahora aburguesado café Les Deux Magots de París en el que aún se respira la inmarchitable aura de Djuna Barnes, a un club de jazz de León en el que dan tapas de pan de centeno y queso azul llamado el Plaza, a otro bareto leonés de música grunge y camareros disfrazados de telefilm de serie B en el que se cena un suculento tex mex y se convive con muchachos/as que combaten con cerveza las contraindicaciones de la adolescencia: el Mongogo, aquel rincón de la ciudad de Lima en el que fui feliz, a la casa en la que vivo con mi ser humano favorito y soy feliz… | BEATRIZ GIOVANNA RAMÍREZ, poeta colombiana residente en España.